Ir al contenido principal

Destacados

Signos de una mujer saludable

Hay señales o signos que nos ayudan a saber si nuestro cuerpo está sano. La salud es un estado de equilibrio donde el cuerpo funciona correctamente en todas sus áreas. A veces las personas especialmente las mujeres creen que están sanos porque no tienen síntomas de una enfermedad puntual. Pero hay señales o signos que nos ayudan a saber si nuestro cuerpo está sano. Los signos de que el cuerpo de una mujer está sana son: -tener buen humor y animo al comenzar el día -tener energía para realizar las actividades diarias -tener el ciclo menstrual en forma regular -dormir bien durante toda la noche -el color de la orina es claro – evacuar heces todos los días -si las uñas están fuertes y con aspecto rosado -se tiene deseo sexual -se tiene un peso adecuado en forma estable Es importante saber que todos los ítem anteriores deben cumplirse no solo algunos para poder estar sanos. Sentirse sano es tener ganas de hacer cosas y de enfrentar los desafíos diari

Sobre Aloyma Ravelo


♦ Conociendo a Aloyma RaveroLa entrevista que Antonio López Sánchez (La Habana) hiciera a Aloyma Ravero para la Revista "La Jiribilla" y que transcribimos a continuación es un mero adelanto del libro "La Sexualidad Femenina" de esta autora, que iremos publicando en este SUPLEMENTO. Pueden acceder al libro completo - en PDF - ingresando AQUÍ

Dentro del staff de la Editorial de la Mujer, hay una de sus periodistas que, por los temas en que se ha especializado, y más por su carácter y talento, no queda menos que calificar de muy singular. Aloyma Ravelo, para quienes ya peinan alguna que otra cana y también para actuales lectores y lectoras, será siempre la imborrable Golondrina. La misma que contesta desde las páginas de las revistas Mujeres y Muchacha a mil y un avatares relacionados con la sexualidad y la vida amorosa de muchas cubanas y también, cómo no, de muchos cubanos. Sus ya varios libros, todos orientados hacia temáticas de la sexualidad, son tenazmente perseguidos y se agotan irremisiblemente ante las solicitudes de un público que la ha leído y la sigue leyendo con avidez.

Para los que alguna vez dedicamos tiempo y energías a las páginas de esas publicaciones, Aloyma será siempre una voz sólida, para respetar, y de la cual aprender. Cuando este redactor era un bisoño aprendiz de escribano, un poco menos de lo que sigue siendo ahora, y llegó a las páginas de Mujeres unos diez años atrás, Aloyma Ravelo se convirtió, y aún lo sigue siendo por mutua y libre elección, en su maestra. Ante ejemplos así, hay inevitables improntas que se agradecen y se quedan para siempre en eso que se llama experiencia. De alguna manera callada y hasta invisible, se filtran a cada línea, a cada palabra escrita, a cada pregunta del oficio.

Más de una vez, a contrapelo de lo que las normas establecen como “lo correcto”, Aloyma llega a la redacción como una tromba, contando una anécdota, protestando algún absurdo, sugiriendo sendas. En constante ebullición, es un remolino de temas candentes, ideas novedosas, atrevidos enfoques y propuestas que hasta pudieran escandalizar a no pocos. Sin embargo, gracias a su perenne desprejuicio y apertura de mente ante cualquier situación, por escabrosa que pueda parecer, abundan mujeres, parejas y hombres que han encontrado soluciones a sus problemas. O, al menos, el camino al alivio o la guía hasta donde en verdad tienen remedio sus lastimaduras del alma.


Ahora, haciendo gala de su carácter y de su inefable libertad de violentar normas, terminamos, entre correos y diálogos telefónicos, amasando casi a cuatro manos esta entrevista. Ella, violentando cuestionarios, amontonando a voluntad respuestas y desórdenes, intercalando alguna idea valiosa cuando le venía a la mente, y hasta dejando caer una o dos oraciones y términos impublicables, no por vulgares sino por ardorosos, de los que acostumbra a ventilar a viva voz en la redacción. Y a este periodista, le correspondió entonces armar rompecabezas, distribuir algún orden y concierto que rescatara oros y a la vez no rompiera en aires de demasiada disciplina y lógica el libre retrato de esta periodista. Ojalá y hayamos salido ambos bien del paso. Ya lo dirá quien lo lea.

Una publicación existe, es, se parece un poco a quienes la llevan a cabo. De tal modo, la Aloyma Ravelo que busca rescatar estas líneas, es, sin duda, parte de no pocas de las fechas que han conducido a Mujeres hasta sus 50 años cumplidos y uno de los rostros de esa revista. Uno de sus rostros humanamente más bellos, con género incluido, y sabios. Vayamos, pues, a la entrevista.
La atención a la innumerable correspondencia que por décadas ha recibido la publicación, fue, y sigue siendo, no solo una de las labores fundamentales de tu trabajo como periodista, sino además savia nutricia, retroalimentación insustituible. Para la Editorial de la Mujer y en especial para Aloyma Ravelo, las cartas y correos son un mundo de descubrimientos y de retos, un cauce constante de aportes y a la vez de pedidos. Pero, mejor, escuchemos esos criterios en tu propia voz. Para leer las notas de la autora en la Revista Mujeres, deben ingresar a la sección HABLEMOS FRANCAMENTE

La Editorial me dio el privilegio de asomarme a la vida íntima de las mujeres, cuando comencé hace muchos años a ocuparme de la enorme correspondencia que recibíamos. Esas cartas me enseñaron a conocer la naturaleza femenina, cómo afloraban en sus conflictos de pareja los desequilibrios de género, así como las luchas internas de esas mujeres, que ya empezaban a ser distintas a sus madres, por su nivel cultural y el engrandecimiento que esa posibilidad otorga. Un proceso largo y dificultoso, más complicado que un parto de trillizos. Igual hoy, sobre todo las más jóvenes, cargan con todo un arsenal de demandas, anhelos y necesidades no satisfechas, en su vida amorosa y sexual, pero de esto en particular, vamos a conversar más adelante.

Esas cartas tan inteligentes, con problemáticas inimaginables, me obligaron a especializarme, para estar a la altura de sus demandas en cuanto a consejería. Ahora, el correo electrónico ha facilitado la comunicación, y una lectora en estado de angustiosa desesperación, puede recibir una respuesta casi al momento. Hoy, la mayoría de la correspondencia de la Editorial llega por esa vía tanto a la web de Mujeres, como a mi correo personal, y me he percatado de que infinidad de personas en esta Isla están unidas a la red de redes gracias a la institución donde estudia o trabaja, a un amigo, un vecino, en fin, eso no hay quien lo pare.

Tantas cartas, que sobrepasan las 30 mil, son historias de vida, llenas de enseñanza, de ejemplos buenos y malos, de travesuras y osadías. Es un precioso e invaluable material que he tenido en mis manos, y, por darte solo un argumento de su valor, de ahí surgieron cinco de mis libros más conocidos, bajo el sello de la Editorial de la Mujer. Y aprovecho para hacer la promoción. Para la próxima Feria, debe salir el título Sexo, amor, erotismo. Palabras que provocan, dedicado especialmente a la gente joven.

En una labor tan importante y difícil, como la de asesorar o la de ayudar abiertamente a las personas en conflicto, además de la obvia preparación individual, horas de lecturas, consultas y búsqueda de información, hay de seguro algunos dones personales. En especial, si estos problemas rondan por zonas tan delicadas y casi siempre poco exhibidas como la vida sexual y amorosa de una mujer o de una pareja o de un hombre. ¿Hay alguna fórmula mágica que te ayude en tu trabajo?

Guardo todo un arsenal de historias conmovedoras, risibles, tristes, en fin, pero mi labor no se ha convertido en rutina. Sigo emocionándome con el drama ajeno; a veces no encuentro las palabras exactas para un consuelo y me esfuerzo en lograrlo. Es muy importante no fallar en la confianza que depositan en mí; la fe en que mi respuesta les dará alguna solución a sus enigmas. Por principio, no le digo a alguien: “haz esto, que es lo que te conviene”. Más bien, le ofrezco argumentos, otros puntos de vista, miradas del asunto desde otra óptica. Pero las decisiones, siempre han de ser personales.

Mantengo como norma en mi quehacer cotidiano de responder cartas tres principios básicos, porque, sobre todo, creo fielmente en ellos: El primero, tiene que ver con lo mucho que puede hacer una persona para cambiar su vida, la fragilidad de su relación o la tragedia que está viviendo. Nada cambia solo.

El segundo es pensar todos los días qué puedo hacer para estar mejor y alcanzar lo que se quiere. Soy opuesta al convencimiento de Clarissa Pinkola que presenta en su libro Mujeres que corren con los lobos, cuando afirma que “todo lo que nosotros estamos buscando, también nos busca a nosotros, y que si nos quedamos quietos nos encontrará. Es algo que lleva mucho tiempo esperándonos. En cuanto llegue, no te muevas. Descansa, ya verás lo que ocurre a continuación". Esto es como entregar tu vida al azar, la casualidad y, por lo común, la vida no es un juego de ruleta.

Y el tercero, se basa en mi absoluta creencia de que dentro de cada una de nosotras se esconde una fortaleza especial, aquella que necesitamos para enfrentar y superar los problemas que a diario nos agobian y que muchas veces echamos a un lado o dejamos que sea el tiempo el que resuelva o sane. Y realmente, el tiempo no cura, solo hace olvidar lo que ya no importa.

Hay que fijar la mirada hacia adelante en lo que se puede hacer, no hacia atrás en lo que no es posible cambiar.

Teoricemos un poco, maestra. Hay un abecé ineludible en el trabajo de la revista Mujeres y de la Editorial de la Mujer y es el enfoque de género en todos y cada uno de sus quehaceres. Sin embargo, el decursar de la vida diaria no siempre se encauza por las vías que tales teorías preconizan. ¿Cómo establecer entonces esa alianza, el contacto entre los saberes teóricos y la tan variopinta línea de situaciones reales a las que te enfrentas en tu diario?

Si bien es cierto que en la actualidad tanto mujeres, como hombres, tienen mayor nivel educativo, cultural e informativo, asunto realmente importante, todavía unos y otras estamos atravesados por una gran cantidad de construcciones históricas, sociales y culturales que llevan siglos arraigadas, y pautan las diferencias de género.

Se han transmitido de generación en generación, acuñado y sellado por la familia y la sociedad; marcan patrones de conductas y, como bien sabes, es un proceso inconsciente, que anida en la subjetividad de las personas y dictan cómo debemos actuar. Son los conocidos atributos de lo femenino y lo masculino. En el caso de nosotras, y en la esfera de la sexualidad, entre algunos de esos atributos está, por ejemplo, la de ser complaciente. Esto mucho tiene que ver con la manera en que hemos sido educadas, y en nuestra área latinoamericana y caribeña, tiene más arraigo del que quisiéramos. En unos países más, en otros menos, pero nadie escapa.

Muchas de nosotras, tenemos una especie de vicio que nos marca mucho y es que tendemos en ocasiones a desvalorizarnos, a considerarnos menos inteligentes, audaces, fuertes de carácter, a regar nuestra autoestima por el piso, cuando chocamos con alguna contrariedad amorosa. Devaluamos nuestros propios sentimientos, aspiraciones, creencias, y llegamos a deprimirnos al punto de tener que ingerir antidepresivos (las mujeres somos las grandes consumidoras en el mundo de esos medicamentos) si nuestros juicios no coinciden con los de él o sospechamos que la relación se va yendo en picada.

Numerosas mujeres, por falta de seguridad en sí mismas, hacen cualquier cosa para que la relación funcione; siguen “consejos” fatuos o tontos de las revistas del corazón, donde se aprovecha esa condición de indefensión femenina, para ofrecer una “receta” idónea que “instruye” como no dejarlo escapar, diez consejos prácticos para reconquistarlo y cosas parecidas. Ellas hasta están dispuestas a cambiarse a sí mismas para complacer a la pareja, así tengan que poner en riesgo la salud, implantarse grandes senos o un nuevo estilo de vestir, variar alguna conducta, dejar de ver a determinados amigos, que no gustan a su pareja, en fin, la lista sería larga.

Pero todo eso está cambiando. Emergen con una fuerza tremenda esas mujeres empoderadas, sobre todo las más jóvenes, mujeres profesionales, estudiantes universitarias, aquellas que tienen una posición de vanguardia en gran cantidad de campos sociales, científicos y culturales, que se han apropiado de su cuerpo y de su sexualidad, y se mueven con exquisito encanto dentro de su piel.

Algunas veces son incomprendidas, porque es común que te tilden hasta de los adjetivos más ofensivos, solo por el simple hecho de acercarte a un varón y decirle que te gusta. Ser vanguardia de cambios sociales es un reto.

Eres, por experimentada y no por vieja, una “veterana” en estas lides de género. Ahora bien, ¿una lucha como la que asume esta publicación, en aras de igualdades, derrumbes de prejuicios y dominios machistas, tiene luces de triunfo a la vista? ¿No se torna en un camino demasiado lento esta batalla?


Yo, particularmente, que llevo tantos años dedicada a promocionar la cultura de la sexualidad, desde los medios de comunicación, no me siento apesadumbrada por lo lento y pedregoso del andar. Cambiar la mente, los prejuicios y los mitos de las personas en materia de sexualidad, es quizá una de los más difíciles muros para derribar. La buena noticia, y me encantan las buenas noticias, es que se va despacio, pero se avanza.

En realidad, mientras no se deconstruya el machismo y la masculinidad hegemónica como fórmula de relación entre los sexos, no existirá un encuentro realmente armónico, igualitario y de libertad.

Para terminar este diálogo, quiero que soplemos una vela tuya, o quizá 50, llena de deseos por este cumpleaños, o al menos de la parte de ese aniversario que también has hecho posible con tus aportes.

De esos 50 años que cumple Mujeres, he estado vinculada a ella por 30. Así que esa publicación y yo hemos formado un matrimonio con sus altas y bajas, como todo buen matrimonio, pero con ganancias para ambas partes. Y como he hablado ya hasta por los codos, para finalizar, te puntualizo que soy una mujer joven, llena de alegrías, que confía en el talento y la osadía de la gente joven. He logrado cosas y me faltan otras que quiero alcanzar. Pero hay vida, y como dijo alguien sabio, mientras hay vida, hay esperanza.

CAPÍTULOS DEL LIBRO


  1. Introducción necesaria
  2. Este cuerpo mío
  3. Orgasmo femenino
  4. Fantasías sexuales
  5. Autoerotismo
  6. Mitos sobre la sexualidad femenina
  7. Sexualidad después de los 35
  8. Posiciones para el amor
  9. Sexualidad y discapacidad
  10. Violencia sexual y su prevención


Mujeres ÚNICAS en la REVISTA

Entradas populares