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Signos de una mujer saludable

Hay señales o signos que nos ayudan a saber si nuestro cuerpo está sano. La salud es un estado de equilibrio donde el cuerpo funciona correctamente en todas sus áreas. A veces las personas especialmente las mujeres creen que están sanos porque no tienen síntomas de una enfermedad puntual. Pero hay señales o signos que nos ayudan a saber si nuestro cuerpo está sano. Los signos de que el cuerpo de una mujer está sana son: -tener buen humor y animo al comenzar el día -tener energía para realizar las actividades diarias -tener el ciclo menstrual en forma regular -dormir bien durante toda la noche -el color de la orina es claro – evacuar heces todos los días -si las uñas están fuertes y con aspecto rosado -se tiene deseo sexual -se tiene un peso adecuado en forma estable Es importante saber que todos los ítem anteriores deben cumplirse no solo algunos para poder estar sanos. Sentirse sano es tener ganas de hacer cosas y de enfrentar los desafíos diari

Orgasmo: Abanico de suspiros

Libera estrés y acelera el pulso. Produce un pequeño impás que nos aleja del miedo y la ansiedad, es como una especie de apagón momentáneo del cerebro. Dura muy poco, entre 16 o 20 segundos y hasta un minuto en algunos casos. Todas estamos de acuerdo que el éxtasis es tan explosivo, que esa especie de trance nos mataría si durara más. No es por gusto que también se le llama la «petite mort».// Autor: Aloyma Ravelo en http://www.mujeres.co.cu

Este tipo de suceso, tan placentero, nadie se lo quiere perder. Y en ese camino de aprehenderlo, vamos sumando estrategias, una de ellas son los jadeos y frases que van facilitando la obra.

Recientemente se realizó un estudio sobre la importancia de los gemidos femeninos en las relaciones sexuales. Se probó que no siempre están sincronizados al momento del orgasmo, ya que se realizan muchas veces bajo control consciente, y forman parte del entramado que conforma la autoexcitación femenina.

Declara el estudio, realizado en Gran Bretaña, que estas vocalizaciones copulatorias —como se definen técnicamente—, unidas a frases excitantes, se emiten al inicio, durante o después del coito. Sus efectos son múltiples y pueden incluir la sincronización del orgasmo femenino y masculino o el fortalecimiento de la pareja, declaran los autores en la publicación Archives of Sexual Behavior.

De las 80 mujeres heterosexuales investigadas, entre 18 y 48 años, todas gimen, más alto o bajo, pero lo hacen. Y muchas declararon que si bien no es posible para ellas orgasmar en silencio, reconocen que con sus gemidos a veces buscan acelerar el clímax de su pareja y aumentar su propia autoestima, y la de él.

Mejores acoples
Francisca Molero, directora del Instituto de Sexología de Barcelona, admite que el estudio analiza algo que tiene sentido común: La vocalización del orgasmo tiene lógica porque es una forma de acoplarse a la pareja. Entre dos personas que se gustan, el deseo aumenta cuando ves la excitación del otro, por eso es normal que los jadeos aumenten la autoestima del otro.


El estudio también señala que es una táctica femenina muy usada, aun en el caso de que no estén excitadas y deseen parecerlo. El 25 por ciento de las mujeres encuestadas informó que gemían cuando incluso no habían alcanzado el clímax en más del 90 por ciento de las veces, detallan los autores en sus conclusiones.

Esta investigación pone en el tapete un viejo tema entre nosotras que no acaba de superarse: el fingimiento antes y durante el acto sexual.

Las cartas que nos llegan y los relatos de terapeutas sexuales coinciden en que no son pocas las mujeres que ante la ausencia de placer, tanto jóvenes como adultas, asumen la peor de las salidas: fingir que la pasan de maravilla en la cama o que están sintiendo «algo» y esto, lógicamente, no las beneficia para nada, aunque su pereza sexual sea solo momentánea o temporal.

En cualquier caso, el mejor comportamiento es decirle a la pareja lo que está pasando ya que las mentiras ahondan las dificultades de entendimiento y goce, además, nada justifica tener que simular algo que no se está sintiendo.

Lo mejor es afincarse en la idea de que tenemos el derecho y deseamos el orgasmo. Facilitándote ese interés, encontré en internet un ensayo interesante: los orgasmos femeninos son más frecuentes durante la automasturbación del clítoris, o con las caricias en esa zona de la pareja, también con el sexo oral, y mucho menos durante la penetración vaginal.

El ciento por ciento de la muestra había experimentado orgasmos. Sin embargo, usualmente se producían en otros momentos de la relación, no con la penetración vaginal, lo que indica que la estimulación del clítoris es primordial en este contexto.

¿Y qué hay de mal en ello? Me he preguntado muchas veces cuando las mujeres me escriben porque quieren sentir los dos orgasmos, el provocado por el clítoris y el otro, exclusivamente vaginal.

Es bueno intentar y jugar con todas las posibilidades que anidan en nuestros cuerpos sexuados, eróticos, a veces necesitados de una gran explosión orgásmica. Pero la idea tampoco es encasquillarse con las fijaciones y los caprichos.

Si bien mujeres experimentadas con su cuerpo y zonas erógenas pueden lograr un orgasmo vaginal, no es algo que siempre ocurre. Sin embargo, indagando con ellas sobre la diferencia entre uno y otro, no pueden hablar de algo cualitativamente muy distinto. Asimismo ocurre con el famoso orgasmo alcanzado por el masajeo del punto G, o el coito anal.

A mi modo de ver, lo importante es llegar al orgasmo, ya sea de una u otra forma. Pero lo que ya nadie se atreve a poner en duda es lo esencial del clítoris en la respuesta orgásmica. Tiene una extraordinaria hipersensibilidad, con ocho mil terminaciones nerviosas, el doble que los hombres, y además ha evolucionado para mejor, es más grande que en el pasado. Posee dos «brazos» que no se habían detectado, y que se extienden aproximadamente nueve centímetros hacia el interior del cuerpo y hacia la parte superior de la ingle.

Es un órgano que existe en nuestro cuerpo exclusivamente con esa finalidad: darnos placer
sexual. Entonces parece que el asunto anda por ahí, no desaprovecharlo y seguir creyendo que el orgasmo alcanzado con su inestimable ayuda es de menos valor, menor sentido o solo para primerizas o inexpertas.

El día que las mujeres aprendan del todo a valorar el clítoris, y se hable de él con naturalidad y orgullo, muchos actos anorgásmicos femeninos dejarán de anidar sobre la faz de la tierra.

Para desfallecer
La experiencia de la sexóloga chilena Fanny Muldman, resulta muy interesante. Ella ha logrado alcanzar un 95 por ciento de éxito en las mujeres con anorgasmia primaria —aquellas que nunca han experimentado el orgasmo—. Sin embargo, no ocurre así con la anorgasmia secundaria (aquella en que la mujer ha experimentado el orgasmo alguna vez, pero lo ha perdido), cuyo tratamiento requiere la participación de la pareja, cuestión difícil porque se trata, en un alto porcentaje, de hombres alcohólicos, matrimonios conflictivos o desinteresados por el goce de ella.

Muchos varones se burlan o desacreditan a la mujer que no logra orgasmar por diferentes razones que casi siempre son circunstanciales o psicológicas. Se ha demostrado por la sexología que son mucho menos las mujeres que no logran el clímax por razones puramente físicas. En realidad, nosotras tenemos una capacidad erótica mayor que el hombre, y la posibilidad de tener orgasmos sucesivos en menos tiempo.

Vamos a una curiosidad: El máximo de orgasmos comprobados por estudios realizados en el Centro de Estudios Maritales y Sexuales de Long Beach, California, Estados Unidos, para una mujer es de 134 en una hora. Si tal hazaña se repite durante toda la noche —ocho horas— podría llegar a tener mil 72 orgasmos. El propio instituto también puso a prueba un grupo de hombres, y el que pudo eyacular más en una hora, lo hizo solo 16 veces.

Estas son pinceladas «orgásmicas», y para nada una recomendación. Para nosotras —lo dicen las encuestas— es más importante la calidad de los orgasmos (ya sean débiles, medianos, fuertes) que la cantidad de los mismos. Hay quienes son multiorgásmicas, y pueden en una cita de horas tener varios orgasmos, pero el porcentaje mayor logra uno y con ese le basta, se sienten satisfechas y de inmediato no les interesa intentarlo nuevamente.

Sucede con frecuencia algo que la gente desconoce y es que una mujer anorgásmica puede tener deseo, excitación, llegar a la fase de meseta, pero no logra desencadenar el reflejo orgásmico.

Hoy existen varias técnicas y buenas terapias para resolver los conflictos por la falta de orgasmo o las fallas frecuentes. Todo es interesarse en resolver el problema y tener una pareja colaboradora. Como sabemos, la felicidad es una elección. También lo es orgasmar. La buena noticia es que el orgasmo resulta un comportamiento que se aprende y no algo innato. Obtener el primero es un proceso que lleva práctica, paciencia y optimismo.

Hay que tener claro que el sexo es para disfrutar y sentir placer. Obsesionarse con el orgasmo tampoco es sano o intentarlo solo de una manera lleva a la frustración y problemas sexuales. Empecemos por rechazar la idea de que quienes llegan a él —con o sin penetración—, gracias al estímulo del clítoris, tienen una sexualidad disminuida.

Los mitos y las falacias han estropeado bastante la sexualidad femenina. Si se logra orgasmar gracias a la inestimable ayuda del clítoris, perfecto. Lo más importante es alcanzarlo, cómo y de qué manera, cada mujer tiene que averiguarlo.

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